miércoles, 30 de junio de 2010

El valor del signo

Si me quedo mirando mucho alguna cosa la abstraigo del contexto y empiezo a analizar su lógica en solitario. Más allá de las reglas, que siempre dependen una de la otra, que se arman como reglas por ser un conjunto, por pertenecer a cierto código, esa alguna cosa no tiene ningún sentido. Es normal entonces que las personas busquen sentido a partir de la relación con otras. Si una o no es nada sin el alfabeto más que una forma, una simple forma como lo es un cuadrado o un mamarracho, ¿por qué un individuo no va a pensarse en función de algo que lo limite, le imponga un antes y un después, un valor como resultado del lugar que ocupa en el mundo?

Embriáguense

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos corrompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas del palacio, sobre la hierba verde de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida, ustedes se despiertan, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, el pájaro, el reloj, contestarán: "¡Es hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca."

Charles Baudelaire

viernes, 25 de junio de 2010

¿Amantes?

Un tipo muy goma no para pero no para de darle besos a una mina en el subte, mientras hablan.
Ella parece bastante frígida.
Él tiene un anillo, a ella no le veo las manos.
Él se baja antes que ella y le dice BUEN FINDE.
Recién cuando se baja veo la mano de la mina, no tiene anillo.

jueves, 24 de junio de 2010

Lo evidente es que el tiempo, en estas condiciones, pasa despacio y nos lleva a llenarlo con acciones que, ¿cómo diría?. a primera vista pueden parecer razonabIes, y a las cuales estamos acostumbrados. Me dirás que es para impedir que nuestra razón se nuble. De acuerdo. Pero he aquí lo que me pregunto a veces: ¿no anda errante ya en la continua noche de los grandes abismos?





Esperando a Godot - Beckett

sábado, 19 de junio de 2010

Tu mano junto a la mía pero no, hay un vidrio que nos separa, segmenta nuestros cuerpos, los desvincula.
No quería pero bueno, una vez que empezás no se puede elegir, ya está. Ahora te vas, me dejás acá acentuando la soledad que me va a acompañar de por vida. Acá hay más como yo, curiosos, hiperquinéticos. Vos sabés perfectamente que no quería, te lo estás reprochando. Somos demasiados, hay congestionamiento de pensamientos por metro cuadrado. Parece que algunos lo saben y no quieren ser los últimos, ya intentan escapar, llaman permanentemente la atención.
Y algún día voy a tener que ser como vos y dejar solo a alguien, pero me da vértigo simplemente mirar el piso de reojo. Envidio esa fuerza para sostenerte, yo no la tengo. Sé que no es para siempre, algún día voy a ser yo la que te asista hasta que no haya nada más. Y otra vez la soledad, otra vez te vas a ir.

No quería, no había vuelta atrás.

viernes, 18 de junio de 2010

¿Qué sentido tiene la literatura en un mundo sin sentido? No hay más que dos respuestas. La primera: ningún sentido. La segunda es precisamente la que hoy no parece estar de moda. El sentido de la literatura, como el sentido del arte, es imaginarle un sentido al mundo y, por lo tanto, al escritor o al artista que hacen esa literatura o ese arte.




Abelardo Castillo

jueves, 17 de junio de 2010

Cuento

Ella, recién casada. Él recientemente separado de su única novia. Habían durado nueve meses, pero nunca sintió nada profundo, nada fuerte. Un día de pronto no se hablaron más.
Ella volvía a su pequeña casa. El marido llegaba después, cansado. Con una sonrisa se decían hola y se daban un beso. Mientras uno se bañaba el otro cocinaba para al fin encontrarse en la mesa. Hablaban poco, miraban mucha televisión. Cuando se mudaron a ese departamento a ninguno de los dos le importó el poco espacio. Eran felices, iban a serlo por siempre, ninguno de los dos lo dudaba.
Se acostaban en silencio y se levantaban igual. Era el silencio de la paz, de la armonía, pensaba ella. Él agradecía que su esposa no fuera charlatana como las esposas de sus amigos.
Al poco tiempo de mudarse ella consiguió un trabajo. Festejaron con un vino importado y sonrisas sin carcajada. No les gustaba el espamento.
El primer día instaló su cartera y su quietud en el cubículo que le asignaron y se quedó allí. Fue a las 11 de la mañana cuando él se presentó. Le dijo su nombre por lo bajo y se miraron poco tiempo a los ojos. Iba a ser el encargado de entrenarla y de ayudarla en su adaptación. Mucho gusto, se dijeron, y enseguida se pusieron a trabajar.
A la semana de que empezó el marido preguntó qué tal le estaba yendo. Ella contestó un “bien” entre la tarta que estaba masticando y rápidamente volvieron su atención a la novela de las 10, ese día se descubría el asesino.
Delgado el espacio entre la máquina, ella y él. Delgados los dedos que se deslizan sobre el teclado, lentamente, de a poco, para enseñarle. Hablaban únicamente con términos y conceptos de trabajo, entre galletitas y mates que siempre él ofrecía con una sonrisa vergonzosa. Hablaban bajo, porque alrededor había mucha gente, porque estaban muy cerca.
Cada mañana se saludaban con un beso. A la tarde simplemente se decían hasta mañana.
Ella se iba muy puntual porque tenía que volver a su casa, con su marido, porque tenía que tener ganas de estar con él porque eran marido y mujer.
Él no tenía a nadie que lo esperara ni a nadie a quien esperar. Quizás fue por eso que comenzó a esperar cada mañana ese beso de buenos días, ese saludo sin mirada, ese roce imperceptible de cachetes. Y de a poco ella también fue dándole más importancia a ese momento. Cada vez se iba más tarde, para hacerle compañía, porque ya no tenía ganas de aparentar que tenía ganas de estar con su marido. Porque cada vez tenía menos ganas y menos marido.

lunes, 14 de junio de 2010

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

Julio Cortázar

Llena. O vacía. Vacíamente llena. Llena de vacío.
Nada, no se me ocurre. No.
Se me ocurre nada.
Ocurre que no se nada. Sin tilde, se del pronombre, no del verbo.
Que se ocurre nada.

Nada sé que ocurre.

Nada se usa como algo pero no es nada. Nada como sustantivo que determina alguna cosa que en verdad no existe, no es cosa, es nada. Y se niega sobre el nada con el no, con el nunca, y doble negación es afirmación. Entonces se afirma que hay algo, que siempre hay algo, que la nada no existe, nada oculta algo. No oculta nada, entonces algo oculta.