Las manos que exclaman se callaron, ya no se quejan. Ahora están quietas, aferradas a tu espalda como si de eso dependiera toda estabilidad. Y tus manos me contienen entera, estoy dentro tuyo, ahí donde la física se marea y toda ley pierde jerarquía, donde el silencio no es vacío sino que resplandece, alumbra, nos despoja de todo contexto.
Sólo existe tu pecho adherido a mi nariz, tu boca impregnada en mi frente, la sonrisa que juntos dibujamos. El miedo se desvanece al encontrarnos, la duda se vuelve fugitiva.
Perdemos peso, olvidamos lo innecesario. Nos convertimos en acción y en presente.
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